Los procesos participativos deben estar bien planificados, ser eficaces y eficientes al mismo tiempo que creativos e innovadores.
La participación se ha convertido en un asunto de interés político y social. Los discursos políticos mencionan una y otra vez las virtudes de la participación de la ciudadanía en los asuntos públicos. Hoy por hoy, cualquier proceso orientado al cambio y a la mejora de las condiciones actuales incorpora la participación como un elemento fundamental.
Las iniciativas de participación que se emprenden son innumerables, lo que ha dado lugar a experiencias de todo tipo, tanto desde ámbitos institucionales diversos como asociativos y ciudadanos. Pero no es tan sencillo incorporar espacios y dinámicas participativas en sociedades con poca experiencia en este sentido, con instituciones con ámbitos de toma de decisiones sectorializados o alejados de la vida cotidiana en las que suelen prevalecer valores que promueven más la competencia y el individualismo que un trabajo común y un bienestar colectivo.